Acabo de llegar de mi visita al psiquiatra. Es el segundo psiquiatra que visito y ésta era mi segunda visita a éste último. El primero fue algo realmente espantoso. No quiero ni recordarlo. Ese loco con cara de sapo y ojos desorbitados se comportó como un auténtico cabrón, estaba en las antípodas del buen hacer que le debería competer como médico profesional que se suponía que era (pero eso fue demasiado suponer), en fin…esa es otra historia que algún día quizás escribo.
He llegado diez minutos antes de la cita y él ha llegado unos cinco tarde, así que me he tirado sentada en la escalera delante de la puerta del piso de su consulta un cuarto de hora. Mientras esperaba su llegada observaba con atención la curiosa manera de limpiar de la mujer de la limpieza del bloque. No parecía cabreada pero sus movimientos eran muy bruscos. Odiaba su trabajo y se la veía cansada, pero más bien cansada de la vida, o al menos de su vida, de esa vida. No sé. Sólo son suposiciones (que por cierto me encanta hacer). El caso es que se ha dedicado a aporrear la barandilla de las escaleras de arriba abajo con un trapo sucio de dibujos infantiles estampados en él. Cuando a pasado a fregar las escaleras más de lo mismo, empotraba la fregona de manera muy violenta de esquina a esquina de cada escalera y así sucesivamente. Debía tener entre 55 y 60 años, tal vez más no lo sé. Apenas me he fijado un su cara. Ya no la recuerdo. Sin embargo, sí recuerdo sus piernas. Llevaba una bata de cuadros azul y gris que le llegaba un poco más abajo de las rodillas. La típica que llevan todas, vaya. Tenía la piel muy seca y moratones y diminutos nervios estampados en ellas.
Ha llegado el médico y me ha echo pasar a la sala de espera. Era la primera vez que entraba (la otra vez no lo hice) era blanca y no muy grande con 6 sillas aproximadamente que permanecían bien puestas rodeando tres de las cuatro paredes de la habitación, en la otra había la puerta, por supuesto. Había algunos cuadros (carteles de anuncios de antaño …)y algunas revistas . Lo de siempre. Me ha hecho pasar y me he sentado en el sofá mientras él se sentaba en su butaca. No hay mesa. Hay una pequeñita mesita empotrada en la pared al lado del sofá, a la izquierda de éste. Es raro que no haya mesa. Siempre hay mesa. Quizás es algo meditado: “no quiero que hayan barreras de ningún tipo entre mi paciente y yo”. Quizás es simplemente cuestión de optimización del espacio.
Hoy no me ha parecido tan mayor como lo recordaba de la última vez, de todas maneras, me sigue pareciendo el típico “abuelo” que te vende por la tele turrones de denominación de origen en navidad, o el típico dueño de esos pequeños y antiguos colmados de barrio. Sí, de los que siguen sin funcionar con código de barra. El precio lo llevan los productos en esas etiquetas naranjas fluorescentes. Son realmente auténticos. De esos que están en peligro de extinción.
Me he sentado y he mirado hacia mi derecha, hacia la estantería de los libros, por cierto, al lado tiene colgada una foto de Freud, La habitación de una niña de quince años con la foto de David Bisbal o de cualquier otro capullo incrustado en la pared pero en versión “psiquiatra”. Por si no había quedado claro con los cientos de libros de la biblioteca. En la primera visita cuando miré hacia ellos sólo vi uno. Era grande, robusto de de color rojo. En su lomo ponía Bulímia. A su alrededor había otros libros de trastornos de la alimentación, de personalidad…pero parecía que ése era el único libro de toda la biblioteca. Hoy ya no estaba allí, porque dudo que me haya pasado desapercibido.
El hombre no me da muy mala espina pero tampoco me inspira demasiada confianza, de hecho nadie me inspira demasiada confianza. Además creo que no me toma en serio o no todo lo serio que yo querría. Me ha preguntado por el tratamiento. Le he dicho que ni loco me saque los sedantes de dormir, no lo pensaba hacer. Después me ha preguntado si quiero dejar de vomitar sí me gustaría ya que recuerda que la última vez le dije que vomitar me relajaba. Y en cierto modo es cierto. El vómito te relaja a su manera. Te deja como K.O. Yo le he dicho que sí demasiado insegura.
Hablamos muy superficialmente y me saca las palabras con pinzas. Que me veo gorda, que sólo pienso en perder peso y que soy una solitaria asocial empedernida.
He llegado diez minutos antes de la cita y él ha llegado unos cinco tarde, así que me he tirado sentada en la escalera delante de la puerta del piso de su consulta un cuarto de hora. Mientras esperaba su llegada observaba con atención la curiosa manera de limpiar de la mujer de la limpieza del bloque. No parecía cabreada pero sus movimientos eran muy bruscos. Odiaba su trabajo y se la veía cansada, pero más bien cansada de la vida, o al menos de su vida, de esa vida. No sé. Sólo son suposiciones (que por cierto me encanta hacer). El caso es que se ha dedicado a aporrear la barandilla de las escaleras de arriba abajo con un trapo sucio de dibujos infantiles estampados en él. Cuando a pasado a fregar las escaleras más de lo mismo, empotraba la fregona de manera muy violenta de esquina a esquina de cada escalera y así sucesivamente. Debía tener entre 55 y 60 años, tal vez más no lo sé. Apenas me he fijado un su cara. Ya no la recuerdo. Sin embargo, sí recuerdo sus piernas. Llevaba una bata de cuadros azul y gris que le llegaba un poco más abajo de las rodillas. La típica que llevan todas, vaya. Tenía la piel muy seca y moratones y diminutos nervios estampados en ellas.
Ha llegado el médico y me ha echo pasar a la sala de espera. Era la primera vez que entraba (la otra vez no lo hice) era blanca y no muy grande con 6 sillas aproximadamente que permanecían bien puestas rodeando tres de las cuatro paredes de la habitación, en la otra había la puerta, por supuesto. Había algunos cuadros (carteles de anuncios de antaño …)y algunas revistas . Lo de siempre. Me ha hecho pasar y me he sentado en el sofá mientras él se sentaba en su butaca. No hay mesa. Hay una pequeñita mesita empotrada en la pared al lado del sofá, a la izquierda de éste. Es raro que no haya mesa. Siempre hay mesa. Quizás es algo meditado: “no quiero que hayan barreras de ningún tipo entre mi paciente y yo”. Quizás es simplemente cuestión de optimización del espacio.
Hoy no me ha parecido tan mayor como lo recordaba de la última vez, de todas maneras, me sigue pareciendo el típico “abuelo” que te vende por la tele turrones de denominación de origen en navidad, o el típico dueño de esos pequeños y antiguos colmados de barrio. Sí, de los que siguen sin funcionar con código de barra. El precio lo llevan los productos en esas etiquetas naranjas fluorescentes. Son realmente auténticos. De esos que están en peligro de extinción.
Me he sentado y he mirado hacia mi derecha, hacia la estantería de los libros, por cierto, al lado tiene colgada una foto de Freud, La habitación de una niña de quince años con la foto de David Bisbal o de cualquier otro capullo incrustado en la pared pero en versión “psiquiatra”. Por si no había quedado claro con los cientos de libros de la biblioteca. En la primera visita cuando miré hacia ellos sólo vi uno. Era grande, robusto de de color rojo. En su lomo ponía Bulímia. A su alrededor había otros libros de trastornos de la alimentación, de personalidad…pero parecía que ése era el único libro de toda la biblioteca. Hoy ya no estaba allí, porque dudo que me haya pasado desapercibido.
El hombre no me da muy mala espina pero tampoco me inspira demasiada confianza, de hecho nadie me inspira demasiada confianza. Además creo que no me toma en serio o no todo lo serio que yo querría. Me ha preguntado por el tratamiento. Le he dicho que ni loco me saque los sedantes de dormir, no lo pensaba hacer. Después me ha preguntado si quiero dejar de vomitar sí me gustaría ya que recuerda que la última vez le dije que vomitar me relajaba. Y en cierto modo es cierto. El vómito te relaja a su manera. Te deja como K.O. Yo le he dicho que sí demasiado insegura.
Hablamos muy superficialmente y me saca las palabras con pinzas. Que me veo gorda, que sólo pienso en perder peso y que soy una solitaria asocial empedernida.
5 comentarios:
A mi tampoco me inspiran confianza los psiquiatras ni los psicologos, y ahora que lo pienso, yo queria ser uno de ellos... en fin...
HOLA NENA,
MUCHISIMAS GRACIAS POR VSITARME Y POR TUS PALABRAS.
ME ENCANTO TU LOG YCOMO ESCRIBES QUEDE IMPACTADA DE VERDAD POR TU VALENTIA.
ESTARE VISITANDOTE
SUERTE
ANNE
Hola ariadne! me encanta como relatas la verdad es que me metes dentro de tu historia, me encanta!
espero que todo vaya mejor con el psicologo.. es muy dificil confiar en alguien que no conoces de nada y más en estas situaciones...
Te sigo leyendo! besos!
Preciosa es logico que te resulte verdaderamente dificil confiar en alguien que no conoces porque tristemente la mayoria de las veces no podemos confiar en personas que han estado a nuestro lado casi por toda la vida. Pero me doy cuenta de que eres una persona muy observadora, analitica y perceptiva asi que dale tiempo, observa, abre bien tus ojos y luego decide si vale la pena darle o no un voto de confianza. No olvides que todo esfuerzo que te ayude..¡¡VALE LA MERECIDA PENA DEL MUNDO!!....XOXO
Pero, que paso con el resto de las visitas a los demas psiquiatras!? y psicologos?!... am... lo siento, es que de verdad tienes un estilo muy unico y especial de escribir, me fascino, hasta la descripcion del psiquiatra resulto hermosa!... En fin princesita, cuidate mucho!... me chutare todo tu blog y seguire viniendo seguido, haber si te encuentro alguna vez!!
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